El nacimiento de la inteligencia artificial

La inteligencia artificial (IA) surgió de una pregunta audaz: ¿pueden las máquinas pensar? Esta idea tomó forma en 1950, cuando Alan Turing propuso el famoso “Test de Turing” para evaluar si una máquina podía imitar el razonamiento humano. En una época marcada por cálculos manuales y válvulas electrónicas, esta visión era revolucionaria.

En 1956, durante la histórica conferencia de Dartmouth, John McCarthy acuñó el término “inteligencia artificial”, y junto a pioneros como Marvin Minsky y Claude Shannon, trazaron una ruta para enseñar a las máquinas a razonar. Al principio, los avances fueron lentos. Los sistemas eran rígidos, dependientes de reglas estáticas, y las expectativas superaban ampliamente a la tecnología disponible. Este desencanto llevó a los llamados “inviernos de la IA”, periodos en los que se redujo drásticamente el interés y financiamiento.

Sin embargo, con la llegada del aprendizaje automático, las redes neuronales y el internet, la IA resurgió con fuerza. Los algoritmos dejaron de ser simples ejecutores y comenzaron a aprender por sí mismos a partir de datos. Pasamos de máquinas que jugaban ajedrez a asistentes capaces de generar lenguaje natural, diagnosticar enfermedades y diseñar obras de arte.

Hoy, la IA está incrustada en nuestras decisiones cotidianas, desde recomendar canciones hasta detectar tumores con precisión. Pero su evolución también despierta profundas preguntas éticas: ¿debe una máquina tomar decisiones críticas?, ¿podría reemplazar el juicio humano?

Dr. Marco V. Benavides Sánchez

Médico Cirujano